¿Preparados para la nube?

Ayer asistí a la presentación del número 83 de la revista TELOS, dedicado a la sociedad en movilidad, con reflexiones muy interesantes sobre el teléfono móvil: los nuevos usos y las nuevas utilidades.

El uso de teléfonos inteligentes (smartphones) y la computación en la nube  crece. Creo que ambos son instrumentos óptimos cuando nos movemos en entornos controlados: de casa al trabajo, y cuando tenemos acceso wifi garantizado. Sin embargo, la oferta de servicios de telecomunicaciones no está a la altura cuando el entorno deja de estar controlado.

En mi viaje reciente a Estados Unidos, con un teléfono inteligente y con muchos documentos en la nube tuve dificultades operativas. Mi teléfono inteligente, acostumbrado a tomar decisiones de forma autónoma utilizaba la web hasta para actualizar los segundos. Algo que le agradezco hasta el punto de haber prescindido del reloj de pulsera en el día a día, se convierte en una actividad imposible debido a las tarifas de roaming. ¿Es un solución apagar el móvil inteligente y adquirir uno básico en estos casos? La duplicación del aparato, debido a que no hay una forma sencilla de limitar su inteligencia parece la única opción. ¿Y que hacer cuando necesitas acceder a la base de datos de contactos y estás en la misma situación? Complejo.

Este hecho no quita relevancia al crecimiento imparable del acceso a servicios de datos en los móviles, cifra que es importante en países en desarrollo. Un ejemplo: el 80 por ciento de los usuarios de móviles en  Indonesia tienen acceso a servicio de datos —Jakarta Globe.

Veamos la nube: viajo con mi ordenador e intento conectarme a Internet en el camino de Madrid a Raleigh en North Carolina. Tiempo no me faltó: 17 horas de viaje. En Barajas me informan de que en la terminal de la que salgo no hay wifi, y donde la hay, es de pago (independientemente de que la necesite 10 minutos). En el nodo de Atlanta la terminal tampoco dispone de wifi. En las terminales que hay wifi, escasisimas, una empresa llamada Boingo presta servicios de acceso a cambio de facilitarle nuestros datos de tarjeta de crédito, y bajo pago. En el Sheraton hay acceso individual, desde la habitación y tu propio ordenador, que se cobra por días. En el hotel no hay centro de negocios. En el centro de convenciones de Raleigh, magnífico y recien inaugurado, hay acceso libre por tratarse de un Congreso sobre la web. Los ferrocarriles de la costa este disponen de wifi libre en sus estaciones. Imaginen el maná cuando llegas a una ciudad tras horas de viaje y logras confirmar una información al acceder a tus funcionalidades.

En estos viajes el acceso no es ubicuo, sino escaso, indeterminado –no sabes si lo tendrás o no, ni dónde. Esto ocurre siempre en los entornos no controlados, aquellos que no son los habituales, de casa o trabajo. ¿Están los proveedores de telecomunicaciones a la altura, ofreciendo servicios que respondan a estas necesidades? ¿O son ellos mismos la remora que impide hacer usos de la tecnología que ya son posibles?

Mientras termino de escribir esta entrada un amigo me envía esta referencia que desconocía sobre puntos wifi en ciudades españolas. Me gustaría conocer tus impresiones y si has tenido experiencias positivas y negetivas de acceso a Internet en lugares públicos tus datos, que nos ayuden a convertir la experiencia en algo fácil y posible.

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  • Leo Borj

    Olga, viajera infatigable por lo que se ve en tu blog ultimamente, te ha permitido experimentar uno de los retos que la conectividad ubicua tiene a día de hoy, alcanzar un grado “suficiente” de capilaridad. Se trata de una cuestión de infraestructuras, algo olvidado en el mundo WEB 2.0 y “relegado” en su desarrollo a -fundamentalmente- la oferta industrial que China nos proporcione. No está de más recordar que son los “data center” de Google o Amazon, bien equipados y mejor distribuidos, los que permiten una computación virtual de excelencia. “Mens sana in corpore sano”.